Doce científicos argentinos advirtieron esta semana que «grupos minoritarios» antivacunas y las «fake news» atentan en la lucha contra la pandemia de coronavirus «valiéndose de cuestionables argumentos científicos y distorsionando la verdad con argumentos apócrifos», y resaltaron el «papel clave de los gobiernos», al proporcionar «información detallada, clara y transparente» para reducir «la desinformación».
La carta de este grupo de científicos argentinos, que desempeñan sus tareas profesionales en distintas partes del mundo, es una reflexión que surge antes de la reunión del 27 de enero en la que la Organización Mundial de la Salud (OMS) evaluará si la Covid-19 dejará de ser considerada una pandemia.
Las primeras doce firmas son las de los doctores y doctoras Marta Cohen, Eduardo López, Marcelo Leguizamón, Diana Salmún, Laura Bover, Adriana Bukstein, Graciela Remondino, Mario Leventer, Mario Saucedo, Mónica Vázquez Larson, Sandra Schnorr, Rodrigo Quiroga y Víctor Romanowski.
En diálogo con Télam, la patóloga pediátrica Marta Cohen aseguró que, pese a estar en una «mejor» situación, la pandemia «está lejos de terminar», y las fake news y los mensajes de odio «contra quienes transmitimos la verdad con evidencia médica contribuyen a una gran barrera que impide terminarla cuanto antes».
«Hay tanta ansiedad que la gente necesita creer, y a veces siguen aquellas voces -en muchos casos profesionales de la salud y sin evidencia médica- que aseguran que no hay una pandemia o que las vacunas no sirven», cuestionó la científica radicada desde hace 20 años en el Reino Unido.
«Son todas argumentaciones terraplanistas, que no tienen evidencia científica», apuntó.
Respecto a la posibilidad de que la OMS quite el estado de emergencia sanitaria a la pandemia, Cohen consideró que «dada la situación en China, lamentablemente, sería una equivocación».
En esa línea, la doctora en química y oncología, Laura Bover, advirtió que levantar la pandemia podría «relajar» la actitud de las personas.
Consultada por esta agencia, Bover aseguró que decidieron expresarse tras la circulación de un sinfín de mensajes de «médicos antivacunas que hablan sin fundamentos científicos, cometiendo errores garrafales en la terminología, e inventando conceptos que no son en absoluto ciertos ni claros».
«Y por otro lado tenemos personas que, sin una mala intención, retransmiten mal las noticias por leerlas y sacarlas de contexto. Cansados de esto, creímos que debíamos escribir una carta que ayude a distinguir ‘la paja del trigo'», dijo Bover, actualmente radicada en Texas, Estados Unidos.
La investigadora anticipó que «la carta ya está circulando entre los integrantes de los equipos científicos y sumará más firmas a la brevedad».
La misiva arranca explicando que «la vacunación es reconocida como la principal acción de salud pública realizada por el ser humano, que ha conseguido disminuir de una forma drástica las enfermedades infecciosas transmisibles», como la poliomielitis, el sarampión y la viruela, y han ayudado «a la humanidad a evitar las secuelas de por vida de éstas, como en el caso de la poliomielitis causante de parálisis infantil».
«Valga para esto recordar que en 1988 la humanidad padecía más de 350.000 casos estimados de poliomielitis y que actualmente es una enfermedad en vías de erradicación, con solo 6 casos reportados en el 2021».
Luego menciona los avances en otras enfermedades como la viruela, la Hepatitis B y la del virus de Papiloma Humano (HPV).
«A pesar de todos estos avances y logros, existen grupos minoritarios que se oponen a la administración de las vacunas de forma irracional y que, valiéndose de cuestionables argumentos científicos, distorsionan la verdad con argumentos apócrifos», explicaron sobre los grupos antivacunas.
Y contextualiza este tipo de movimientos en un «mundo que continúa atravesando la pandemia COVID-19 provocada por el virus SARS-CoV2, que ya ha provocado más de 667 millones de casos y superado 6.7 millones de muertes».
«Fue necesario realizar un enorme esfuerzo de la comunidad científica para desarrollar vacunas que disminuyeran la propagación de la enfermedad y la mortalidad causada por la misma. Sin embargo, este enorme avance fue atacado de manera irracional y poco seria», explicaron.
Y argumentaron que dado este cuadro «los firmantes declaramos nuestra preocupación por la ininterrumpida circulación de noticias falsas no fundamentadas que promueven la desinformación científica en medios de comunicación y redes sociales con referencia al virus SARS-CoV2, a la ocurrencia de la pandemia, a potenciales tratamientos que luego demostraron su ineficacia, y a las vacunas».
«Las agencias regulatorias mundiales incluyendo las de Argentina, han generado protocolos muy estrictos que describen el procedimiento completo para el desarrollo y la aprobación de medicamentos y vacunas», valoraron los científicos.
Y destacaron que las vacunas «cumplen etapas rigurosas de eficacia y seguridad, tanto antes de su lanzamiento a la comunidad, como en estudios de seguimiento posteriores a la comercialización para detectar la efectividad y la aparición de eventos graves no detectados en las fases previas».
Luego advirtieron que «las nuevas tecnologías, internet y las redes sociales, son herramientas indispensables en la vida moderna. Sin embargo, son éstas mismas las que contribuyen a la infodemia y la circulación de información fraudulenta y falsa».
A modo de ejemplo citaron una investigación del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), que demostró que «las fake news circulaban por Twitter con rapidez 10 veces superior y captaban una audiencia más amplia y más extensa en comparación con las noticias verdaderas».
«¿Cómo combatir las fake news?», se preguntaron.
«Debemos estar atentos a la fuente desde donde surge la noticia y visitar siempre sitios web confiables», explicaron, y agregaron que «otra estrategia clave consistiría en bloquear el acceso a las noticias falsas que podrían aparecer al acceder a las plataformas de redes sociales».
A los efectos que estas medidas tengan alcance y aceptación universal, se requiere que la información científica precisa sea accesible para todos, y «ayudar a distinguir la realidad de la ficción resulta crucial», explicaron.
Por último, destacaron el rol de los Estados en este tipo de problemáticas.
«Los gobiernos desempeñan un papel clave, ya que deben proporcionar información oficial detallada, clara y transparente que resulte accesible, confiable y abundante, reduciendo así la desinformación», concluyeron.